Una sitcom en la Rosada

Santiago Cafiero se rascó displicente la cabeza. Una pulserita de cuero se le quedó enredada en un rulo. Intentó forcejear pero nada.
El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo desde la otra punta de la mesa, en el Salón de las Mujeres en la Casa Rosada le preguntó:
– Ah, sí, a mí siempre se me engancha el pelo con cosas ¿Te ayudo?
– Estoy acostumbrado a solucionar problemas, no te preocupés -dijo canchero el jefe de Gabinete, peleando con la pulserita y el rulo-.
Cafiero, Arroyo y Felipe Solá tomaban una cocoa con palmeritas. La mañana se preveía tranquila. Las organizaciones sociales le cortaban todo Buenos Aires a Rodríguez Larreta; algunos periodistas en televisión culpaban a Patricia Bullrich por alguna cosa; unos jueces de Justicia Legítima aliviaban la situación de la vicepresidenta. Total normalidad. También había 42 mil muertos por COVID, empresas que se iban del país, pymes que cerraban para siempre, ninguna idea de cuándo habría clases presenciales, lo de siempre.
– Lindas las mañanas como las de hoy donde no pasa nada -dijo Solá- Como dicen en ‘El Padrino’: “Me gusta el olor del napalm en las mañanas”.
Cafiero y Arroyo se miraron, no entendieron qué tenía que ver la referencia y además sabían que no era de “El Padrino”.
– No es de “El Padrino” -dijo el jefe de Gabinete-, es de “Forest Gump”.
– Bueno -reconoció Solá-, las dos son con Tom Hanks.
– Shhh -pidió Daniel Arroyo señalando el televisor- que Ángel de Brito está por anunciar una nueva angelita para la semana que viene.
– ¿Qué estás viendo? -se intrigó Cafiero, y al darse vuelta para mirar el televisor que contemplaba Arroyo casi se arranca el rulo agarrado por la pulserita – ¡¿Cómo mirás el 13?! ¡Poné a la compañera Flor Peña en Telefé! Acá se mira Telefé, sacando a Cristina Pérez, acá se mirá Telefé. ¿Qué te tengo dicho?
– ¡Bueh, un embole! -dijo por lo bajo Arroyo, pero no se animó a decirlo más fuerte y sólo preguntó- ¿Quién tiene el control?
Los tres ministros del gabinete nacional revolvieron toda la sala, llamaron al edecán presidencial mientras Solá, decidido, fue hasta el televisor y tocando todos los botones de atrás de la pantalla sólo consiguió elevar el volumen del televisor a un nivel insoportable, justo cuando Ángel mandaba al aire un audio de la Bomba Tucumana que decía: “¡Que vaya al ginecólogo!”. ¡Para qué! Silencio sepulcral. Arroyo, rápido, desenchufó el televisor.
Los ministros se miraron, nadie se animaba a decir nada.
– ¿No escuchó, no? -preguntó en voz baja Arroyo, que había tomado la iniciativa.
– No, por suerte no está, te tira con la copa menstrual -se referían a Elizabeth Gómez Alcorta, la ministra de las mujeres, género y diversidad-.
– Hoy no venía, no sacamos fotos hoy -reconoció Cafiero-.
– Ah, ¿por eso no hay mujeres hoy? Menos mal -preguntó canchero Solá, pero la sonrisa se le quedó congelada cuando la ministra de Seguridad, Sabrina Frederic abrió la puerta y sonriente preguntó:
– ¿Me llamaban?
– Acá está -dijo Arroyo mostrando el control como un trofeo- ¡Acá está, compañeros!
– Genio, Dani ¿dónde estaba? -preguntó Nicolás Trotta, ministro de Educación, que estaba ahí desde el principio y como de costumbre nadie se había dado cuenta.
– Arriba del televisor -contestó Arroyo, ya sin épica.
– Bueh, también, a quién se le ocurre –justificó Trotta.
Cambiaron de canal y apareció Flor Peña que justo estaba hablando con Jesica Cirio sobre Insaurralde.
– Shh, shh, que se puso bueno -gritó Moroni, el ministro de Trabajo, que también estaba ahí desde el principio y nadie se había dado cuenta.
Un sonido gutural llegó desde afuera, un vaho etílico los envolvió, se abrió la puerta, era Ginés González García:
– Che, me dice Filo que hay quilombo con Putin, ¿saben algo ustedes?
Moroni se acercó al oído de Arroyo y preguntó:
– ¿Quién es Filo?
– Filo, el gordo le dice así a Carla Vizzotti – susurró Arroyo.
– ¿Estudió filosofía Carla?
– No, por la payasa Filomena. Se odian.
– Ah, mirá, esa no la tenía -dice Moroni mientras sacaba una libretita que en la tapa dice: “Internas del Gobierno, libreta 18” y escribía “Gordo/Filo”.
– A ver poné la tele -pide Cafiero- …no C5N no, que están leyendo las gacetillas que les mando.
– ¡Ahí está!, ¡Ahí está Putín…! -gritó Trotta.
– No, tarado, ese es Pagni -casi con desprecio Cafiero hace callar a Trotta, y cambia de canal-. Aparece Putín en pantalla y dice: “Los especialistas nos dicen que las vacunas que actualmente circulan en el sector civil están destinados a ciudadanos de cierta edad y que aún no han llegado a personas como yo”. La cámara enfoca a unos enfermeros que persiguen con una jeringa a la periodista que hizo la pregunta pero rápidamente vuelve a Putin que dice “lo haré tan pronto como sea posible”.
– Entonces… -Cafiero mira a Ginés.
– Y, está jodida la cosa -reconoce el ministro de Salud.
– ¿NO ESTÁ PROBADA EN MAYORES DE 60?? – gritó Cafiero.
– Pará, no dijo eso… -intentó razonar Trotta.
– ¡Sí, dijo eso, no ves que no se la puede dar él? -Arroyo se estaba enojando, se notaba por las gotas de tintura negro mate que le chorreaban por los cachetes.
– Dijo “no han llegado a personas como yo”. O sea, presidentes. Las vacunas son para todos menos para los presidentes, eso dijo, comprensión de textos, muchachos… -se ufanó el ministro de Educación.
Cafiero, ignorando a Trotta, volvió a preguntar al ministro de Salud.
– ¿No está probada en mayores de 60?
– Parece -dijo Ginés.
– ¿Parece? Pero… -dijo Frederic- ¿El problema no son los mayores de 60?
Ginés, ya enojándose, contestó:
-Ay, bueno, tanto quilombo, “los mayores de 60, los mayores de 60” ¿Y? ¿El problema no son los mapuches? ¿Y? ¿Por casa como andamos?
Rápidamente la ministra contestó:
– Con los mapuches no tenemos ningún problema, querido. Ya con mormones disfrazados es otra cosa.
Cafiero, aún con la pulserita enredada, preguntó:
– ¿Vos no sabías que no servía para los que más la precisaban?
Ginés contestó:
– Saber, sabíamos pero qué íbamos a pensar que este ruso buchón iba a botonearnos así. Nosotros la dábamos a los viejos y bueno, en todo caso solucionábamos el temita de la guita de las jubilaciones. Dos pájaros de un tiro.
– Un poco más que dos pájaros –se rió Solá, pero nadie le siguió el chiste.
– Además -continuó Ginés- ¡Yo qué sé! Hay veinte mil vacunas, que la rusa, que la china, parece un burdel esto al final ¿Está la rusa? ¿cuánto cuesta la china? ¿Cuándo llega la Moderna?
– ¿Qué es un burdel? -preguntó Trotta, pero nadie le respondió.
El jefe de Gabinete, sin poder despegarse la pulserita de cuero que ya se había enredado en varios rulos más, se brotó:
– Gordo, ¿en serio no sirve para los más de 60?
– Y no sé, hablemos con Carla que está allá.
Arroyo terció:
– ¿Y para qué fue a Rusia ella que es científica? Para compras tengo que ir yo –y revoleó un paquete de arroz comprado con sobreprecio.
– Na, na, na -dijo el canciller Felipe Solá mientras trataba de agarrar al vuelo algunos gorgojos del arroz para darle en la boca a su chancha Pelota, a la que lleva siempre que va la Casa Rosada-. Si es algo con el extranjero tengo que ir yo. ¿Cuál es Rusia? ¿Qué hablan ahí? ¿Hay que hacerse el boludosky?
– Poné a Carla en comunicación con todos -pidió Cafiero, que no podía despegarse la pulserita y de tanto tirar ya se le había roto la camisa en el sobaco, de tan ajustada que la usa.
Todos se miraron. Miraron el teléfono en medio de la enorme mesa. Se volvieron a mirar.
– ¡Edecááááan!- gritó Arroyo.
Entró el militar, tocó dos botoncitos y apareció la voz cascada de la Secretaria de Acceso a la Salud cantando:
– ¡Volga, Volga!
– Carla, ¿sos vos? -pregunta Frederic.
Vizzotti siguió cantando:
– Corre la troika veloz en la noche glacial, corre, corre, como queriendo volar.
– Esa canción es del tiempo de Ñaupa -rezongó Moroni.
– ¿Quién es Ñaupa? -preguntó Trotta.
Lo miraron, lo ignoraron.
– Carla ¿es cierto que Putin no se va a poner la vacuna?
– Mirá, terminó de pelear mano a mano con un oso, una noche corrió 200 kilómetros a caballo bajo la nieve, le hace trompitas a un tigre de bengala pero dice que no, que la vacuna le da cagazo, que es loco pero no estúpido.
Frederic entonces ayudó:
– ¿Querés que lo veamos desde una perspectiva sistémica, o simplemente como la sublimación de algún trauma inconsciente? ¿En la dinámica este-oeste, no sería el hecho disruptivo? Quizás dentro de la deontología del líder…
– Correte, nena -apuró Ginés- ¿no sirve para una mierda ese Smirnoff que compramos?
– Y…
– ¿Cómo ‘y’, nena?
– Qué sé yo, estoy muy ocupada con muchos contratos internacionales. Estamos por meter a la Payasa Filomena en el Circo de Moscú.
– La vacuna, Carla, la vacuna.
– No sé, yo ya compré el vitel toné que me salió un huevo de la cara, así que para el 24 a la noche quiero estar en mi casa.
Ahí se cortó la comunicación porque en Casa Rosada tienen el plan de 150 pesos.
Ginés en ese momento se iluminó.
– ¡Ya sé!¡Encontré la solución!
Todos los presentes empezaron a aplaudir, a vivar al ministro al grito de: “¡Tenemo Miniterio!¡Tenemo Miniterio!”
– Genial doc -se alegró Arroyo- ¿Qué hacemos con la vacuna entonces?
– No, con la vacuna no tengo la más puta idea, yo digo con la pulserita de Santi -y sacando una tijera le preguntó al jefe de Gabinete- ¿Qué corto? ¿La pulserita o el rulo?
Con rostro demudado, una mano pegada a la cabeza y la camisa rota, Cafiero salió corriendo y se tiró de cabeza en la fuente del Patio de las Palmeras. No se supo más de él.
Justo en ese momento se escucharon unas toces, se abrió la puerta y apareció en toda su magnificencia el presidente Alberto Fernández. Miró a todos, golpeó la mesa, volvió a toser y dijo:
– Soy profesor…-pero la voz le salió muy finita así que lo dijo de nuevo-. Soy profesor y amo a mi gente. Cristina me ordenó, así que voy a ser el primero en ponerme la vacuna rusa, yo hago lo que ella me ordena, así que llamen al canal IP que es un neutral nuestro que le voy a dar la primicia.
– ¿Qué es canal IP? -preguntó Trotta.
– Después te explico -Arroyo hizo callar al ministro de Educación que, de puro aburrido, se puso a despegar el plástico de la etiqueta de las botellitas de agua.
– No va a poder ser, jefe – dijo Ginés-. La vacuna no es para los jovatos.
El Presidente iba a contestar pero le sonó su teléfono celular. Lo miró.
– Tengo que contestar, es ella.
– ¡ELLA! -Preguntaron todos al mismo tiempo, aterrorizados.
– No, “ella, ella”, no. Es Fabiola.
Respiraron aliviados.
– No sé mi amor -dijo el Presidente- preguntale a Bernarda, a ver si acá alguien sabe -se dirigió a todos los presentes- Che, Fabiola tiene un zoom con las chicas de Ikebana y dice que no están los de Télam, que así ella no empieza.
Arroyo hizo una llamada y al toque, Fabiola le dijo al presidente que todo solucionado. Aparecieron cuatro camarógrafos, tres redactores y dos maquilladoras de Télam del Norte, la más eficaz de las agencias paragubernamentales.
Sonó entonces desde el celular del Presidente la canción de Jimena Barón, “La cobra que cobra”. A Trotta se le cayó la botellita de agua, Arroyo quedó blanco, Sabrina Frederic se acurrucó detrás del edecán. Sólo la Chancha Pelota mantuvo su dignidad.
– ¡Cris! ¡Qué alegría! Justo estábamos hablando de vos… ¿Cómo? Sí, sí…lo vimos… Sí… parece que… sí… pero no voy a… ah, vos ya… pero ¿hablaste con él? No, está bien, está bien, si vos lo decís. Gracias, muchas gracias. Sí, sí, acá lo arreglamos, vos despreocupate, sale el DNU hoy, vos tranqui.
El presidente cortó la comunicación, miró a uno por uno. Le guiñó un ojito a la Chancha Pelota. La tensión era insoportable.
– ¿Qué pasó? ¿Qué dijo?
– Que no importa lo de Putin. Que tenemos que ser los primeros en darnos la vacuna y que los integrantes de la Corte también tienen que vacunarse, para dar el ejemplo.
– ¿Y si no nos damos la vacuna, presidente? -se animó a preguntar Trotta.
– Que nos busquemos otro laburo.
– ¡Un laburo! -gritaron todos al unísono.
– Sí, yo sabía que era cruel pero nunca me imaginé que tanto. ¡Un laburo! ¿Cómo me va a pedir eso? ¿Alguno de ustedes sabe qué es, cómo se hace?
Desde la fuente del Patio de las Palmeras se escuchó que Cafiero dijo:
– Yo tuve una librería… pero, nada, deje, deje y se ahogó definitivamente.
La mañana resplandecía en las calles de la ciudad. Después de las últimas novedades, las más altas autoridades del país tenían una sola cosa en mente: ¿cómo hacer para echarle la culpa a Macri?
¿Continuará?
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Nota: muertos, corrupción, desidia, ignorancia, violencia, desempleo y hambre, ¿cómo responder si no es por el absurdo? El año que viene deberemos ser mejores. De nosotros depende. Felices Fiestas.
Fuente: El Sol